¿Por qué la vacuna del COVID-19 en un año y la del VIH aún nada?

Bueno es una pregunta compleja, pero la verdad es que ya hemos tenido más de 30 vacunas candidatas para VIH, solo que no han funcionado como nos hubiera gustado. De hecho, la última que terminó una fase de estudio 3 se probó en 2009. ¡¡Hace más de 10 años!! Y, si bien al principio, los resultados fueron positivos -cercanos a una eficacia del 60%- enseguida se vio que este porcentaje bajaba al 31,2%. Seguramente en la actualidad tenga una eficacia del 0%. Por lo que ninguna agencia de salud internacional la avaló.

¿Es tan diferente la vacuna del VIH a la del COVID-19? No, de hecho, la de 2009 tenía un mecanismo “similar” a la SPUTNIK V (o la vacuna rusa) empleando 2 factores recombinantes a la vez. Pero, el éxito no es de la vacuna, sino del VIH. Y es que tenemos varias diferencias:

Los virus SARS-CoV-2 y VIH no son comparables.

Lo miremos por donde lo miremos. Sería como comparar un barco con un avión, (sí, ambos son medios de transporte (o virus), sí ambos tienen motores (o material genético)… pero más allá de eso, las similitudes son pocas). Primero el VIH muta -o al menos hasta ahora así ha sido- 100 veces más rápido que el SARS-CoV-2. De hecho, el virus responsable de la actual pandemia muta 10 veces más lento incluso que el virus de la gripe común. Y esto hace que no sea tan difícil generar una vacuna para un virus tan estable. Por ejemplo, la proteína Spike es muy estable en el COVID, pero no existe un equivalente similar en el VIH. Además, el COVID-19 tiene muchos primos y hermanos (hay muchos coronavirus) mientras que el VIH está solo -bueno con sus miles de mutaciones-. Esto implica que sea más fácil partir una vacuna ya existente para un coronavirus, modificarla un poco, y a funcionar (¡o vaya!, otro virus respiratorio). Finalmente, la vacuna del COVID-19 tiene que luchar solo con el virus, mientras que la del VIH debe luchar contra el virus libre (virón), pero también contra cualquier otra célula infectada.

El estigma del VIH.

El COVID-19 se contagia con respirar (para ser más precisos, mayoritariamente mediante aerosoles), algo que todos hacemos continuamente. Mientras que el VIH está asociado a grandes colectivos. Recordemos, las “4 H“ de los años 80s: “el SIDA se expresa en homosexuales, heroinómanos, haitianos y hemofílicos”. Pese a que todos somos susceptibles de contraer el VIH si tenemos conductas de riesgo, el tabú de que es una enfermedad marginal prevalece. Así, no es fácil conseguir voluntarios: 1º por que una vacuna eficaz contra el VIH te dejaría una “cicatriz” inmunológica. Es decir, saldría que tienes anticuerpos contra el VIH en un análisis de sangre. Podemos explicarle a nuestro empleador, que es por que somos voluntarios en una vacuna, pero sabemos del gran estigma que sufren la personas VIH +, a pesar de que el virus no se transmite nunca con un contacto diario casual. Y 2º, respirar, respiramos todos y el Covid se ha extendido tanto que es más fácil conseguir tamaños muestrales representativos. Para el caso del VIH, no podríamos ir pidiendo a la gente que empezara a tener sexo sin condón con muchos desconocidos, para ver si la vacuna funciona. Así que nos toca, nuevamente, centrarnos en colectivos más vulnerables, lo que dificulta el avance de la vacuna. 

No es lo mismo respirar, que tener sexo.

Recordemos que la vía sexual es la primaria para la infección y expansión del VIH. Recordemos que desde que lo identificamos, no ha habido un solo año con menos casos de VIH que el anterior. Recordemos que el VIH sigue matando a 700.000 personas al año; y recordemos, que la frecuencia sexual promedio son de 2 a 3 coitos semanales, mientras que respirar… respiramos mucho. Así que, hasta cierto punto se entiende que se le haya dado una mayor prioridad a COVID (de hecho, el estudio de fase 3 que había sobre el VIH en la actualidad, se ha detenido mientras amaina la otra pandemia).

La burocracia para el COVID está dopada.

 Los científicos nos enfrentamos a años de espera para finalizar una pequeña investigación. Primero redactamos un proyecto en 6 meses, nos lo evalúan en otros 6, le hacemos cambios, pasamos un tribunal de ética, tardan meses en darnos el dinero prometido, hacemos el estudio (1, 2 o 3 años) y con suerte en 1 o 2 años hemos publicado el primer artículo relacionado con nuestro tema.  Para el COVID el proceso ha sido el mismo (no nos hemos saltado pasos), pero los proyectos los teníamos listos en 2 semanas, los evaluaban en 1 semana, nos daban el dinero antes de que te tomaras el café… ah y por supuesto se nos ha dado todo el dinero que hemos querido para el COVID (bueno a mi no, pero a mis colegas sí). Según ONUSIDA, el año pasado se invertían 900 millones de dólares al año en la lucha contra el VIH. Para el COVID las farmacéuticas, gobiernos y agencias de investigación han puesto billones de dólares.

En definitiva, tendremos vacuna contra el VIH casi seguro. Si tuviéramos más dinero (un incremento del 95% en la financiación) la tendríamos pronto; pero seguramente nos toque esperar un poco más hasta ver esta realidad. Ojalá el proyecto Mosaico, en fase 3 en la actualidad, vaya tan bien como se espera y podamos tener la vacuna cuando acaba la fase 3 de estudios. Aún así estamos hablando de entre 2 a 5 años. ¡¡Ven!! no se puede comparar.

PhD. Pablo Vallejo Medina.

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