La sexualidad es parte fundamental del ser humano, incluso desde el mismo momento de la concepción el acto (en condiciones normales) que genera la unión de las dos células masculina y femenina que dan lugar al embrión es un acto meramente sexual, un acto que compromete a dos personas, personas gobernadas por una bioquímica interna que marcan el inicio de una vida, vida que se va desarrollando, siempre de la mano de las hormonas, esas sustancias internas que marcan el 99.9 % de las funciones de la biología del ser… y son a las hormonas, esas antagonistas silenciosas que muy discretamente ayudan en todo lo que a los procesos de la vida se refiere, a las que en este blog les daremos el protagonismo que se merecen y en especial las que se refieren al ciclo reproductor de la mujer.
Las mujeres estamos marcadas por los ciclos, ciclos menstruales, ciclos reproductivos, ciclos hormonales, ciclos, ciclos, ciclos. Las hormonas sexuales marcan el inicio de nuestras características sexuales (valga la redundancia), nos dan forma y atractivo, cumplen un papel definitivo en la reproducción y el embarazo y día tras día son antagonistas de nuestros estados de ánimo y regulan emociones que sin pensarlo dan forma y color a nuestra vida.
Esas mismas hormonas son las que en los días de ovulación nos hacen más sensibles y proclives a mantener relaciones sexuales, con el ánimo mismo de reproducirnos y mantener viva la especie, sin embargo, no siempre (por no decir la mayoría de las veces) en la especie humana no es el único fin, incluso, podríamos decir que el fin primario del ser es el placer, ése placer que se obtiene al satisfacer una necesidad, sea biológica, física, orgánica, psicológica, sexual…
Sentimos placer descubriendo sabores, colores, lugares, aromas y el placer se conecta directamente con nuestros recuerdos y se marcan por las experiencias anteriores, y precisamente ese placer nos ha sido limitado cuando al orden sexual se refiere, hemos estado relegadas al placer del hombre, sin embargo los tiempos van cambiando, muy lentamente, pero ya podemos pedir con libertad lo que queremos, lo que nos gusta y lo que nos da ese placer que hasta un par de generaciones anteriores nos era negado y las que lo conseguían eran consideradas locas, histéricas o poseídas (S. XVIII)
Vamos avanzando a mejores tiempos, como género nos vamos empoderando, vamos exigiendo y mucho más importante, vamos descubriendo lo que queremos, ya nos hemos concedido el permiso de explorarnos, de descubrir nuestra feminidad, nuestra divinidad, nuestra sexualidad, nuestra genitalidad, vamos encontrando el placer y ése conocimiento nos permite pedir con claridad lo que queremos… Es nuestro momento y aunque nos falta mucho por descubrir, mucho por proponer, mucho por exigir… hemos avanzado y lo seguiremos haciendo, ya se ha abierto la caja de pandora y ya nunca más se volverá a cerrar…
Autor
Claudia Cifuentes