He aprendido muchas cosas nuevas en los últimos casi dos años de mi vida, tal vez más que en muchos años; conceptos nuevos que me han permitido cambiar mi forma de ver la vida y a mí misma.
Dos de esos nuevos conceptos que he aprendido y que, en realidad me han marcado positivamente, son el AMOR PROPIO y la SORORIDAD. Hoy quiero tomarme un tiempo para hablar de ellos desde mi muy personal opinión y experiencia; quiero decir que esto no es un análisis de tipo profesional ni una investigación científica.
Por definición de diccionario o etimológicamente dirían por ahí, ¿qué significan esos dos conceptos? • AMOR PROPIO: consideración y estima que una persona siente por ella misma y por la cual espera ser considerado y estimado por los demás. • SORORIDAD: solidaridad entre mujeres, especialmente ante situaciones de discriminación sexual y actitudes y comportamientos machistas.
Sin embargo, para mí, estas definiciones se quedan cortas cuando se trata de vivirlas, concientizarlas, experimentarlas y hacerlas parte de tu día a día. Por otro lado, también se quedan cortas cuando se trata de lograr llegar a ellas y todo lo que tienes que pasar en tu vida para hacerlo.
Partamos del AMOR PROPIO que no es solo la consideración y estima que yo tenga por mí misma ni como espero ser considerada por los demás. Si es sobre mí, pero va mucho más allá de mí misma y tiene que ver además con los otros, con los que me relaciono.
Yo me puedo considerar una persona sincera y afectuosa; que los demás me vean de igual manera y me valoren por ello y, de hecho, puedo sentirme bien y feliz por ser considerada de tal manera. Pero al mismo tiempo, puede suceder que otros se aprovechen de mi sinceridad y mi afecto, y que yo lo permita; que pase por alto situaciones que van en contra mía, que me dañen o lastimen, pensando siempre en ser esa persona sincera y afectuosa, aunque otros no lo sean conmigo.
Tener amor propio también abarca el valorarme a mi misma como soy y jamás permitir que otros pasen por encima de mí, aunque en algunos momentos, esto signifique romper lazos, poner límites e incluso sacar personas de tu vida.
El amor propio es precisamente eso, amarte tanto a ti misma, que nada ni nadie pueda hacerte dudar de lo que vales, de lo que eres ni de lo que eres capaz; es respetarte tanto que trasmitas ese autorrespeto a los demás; es jamás permitirte recibir menos de lo que tu das; es jamás aceptar o tolerar situaciones que te lastimen por tener contentos a otros; es jamás auto juzgarte, ni física ni intelectual ni emocionalmente; es jamás permitirte cuestionar tu papel en esta vida, qué haces o qué has hecho en ella; es aceptar que eres tú, única, irremplazable e irrepetible.
En fin, el amor propio es primero que todo auto aceptación y auto valoración; es un acto de ti misma hacia ti misma. Es algo que si no tienes no lo puedes exigir, que si no te lo das no lo puedes pedir…empieza en ti y por ti…nadie más que tu misma puede amarse a si misma. Cuando logras amarte a ti misma, puedes amar a los demás por ellos mismos y puedes valorar al otro tanto como a ti misma.
Ahora bien, la SORORIDAD definida como la solidaridad entre mujeres, también pienso que se queda corta y que no solo aplica en contextos de discriminación sexual y comportamientos machistas, aunque si tienen estos dos componentes de base, siendo totalmente honestas.
La solidaridad entre mujeres no es tener actitudes feministas (o feminazis) como algunos piensan e ir en contra de los hombres por el simple hecho de serlo. Es diferente; de hecho, no es “ir en contra de”, es “ir a favor de” o mejor todavía, es “ir con”.
Es ir nosotras con nosotras, ir nosotras a favor de nosotras; mujeres a favor de mujeres, mujeres apoyando mujeres, mujeres motivando mujeres, pero, sobre todo, mujeres respetando a las demás mujeres. No es solo reconocernos mutuamente como mujeres, porque eso lo sabemos hacer; nos vemos y nos identificamos, pero al mismo tiempo, nos damos duro como mujeres las unas a las otras.
Para mí, sororidad es subir del primer escalón de vernos e identificarnos como mujeres pasando a los siguientes escalones que son el respetarnos, no cuestionarnos, no juzgarnos, no criticarnos, no lastimarnos de ninguna forma. Es apoyarnos las unas a las otras y defendernos incluso de nosotras mismas que somos las primeras en criticarnos y autoflagelarnos.
Es no juzgar a la otra por su forma de vivir la vida, de ser, de vestir, de hablar, de amar…en fin, no juzgar.
Es no discriminarnos entre nosotras mismas, suficiente ya es, que nos discriminen social o laboralmente otras personas o instituciones (aún pasa y no podemos negarlo).
Es no criticar a otra mujer por su físico ni juzgarte a ti misma por la misma razón; es entender que, así como hay mil tonos en los diferentes colores y cada uno puede cambiar con su presencia, el aspecto de un cuadro; también hay mil tipos de mujeres y cada una puede impactar con su presencia, la vida de otros porque lo importante no es el empaque del regalo, es el regalo en sí mismo.
Es no desear lo que otra tiene y mucho menos, hacer algo en su contra por tenerlo. Es respetar lo que la otra piensa así no lo compartas sin criticar ni cuestionar. Es no competir con las otras mujeres por ser la mejor, la más bonita, la más inteligente, LA MÁS en todo…ese es un premio que ni siquiera existe y que ninguna merece por encima de otra.
Al conocer estos dos conceptos y tratar de aplicarlos en mi vida, cosa que no ha sido fácil, me he cuestionado precisamente eso: ¿por qué nos cuesta tanto a las mujeres aplicar el AMOR PROPIO y la SORORIDAD entre nosotras y hacia nosotras mismas?
Y tratando de resolver esa pregunta he encontrado lo que mencioné antes y es que ambos conceptos tienen como base o cimientos, la discriminación sexual y los comportamientos machistas a los cuales hemos sido expuestas las mujeres durante miles de años en nuestra sociedad, en nuestras propias familias, en nuestros propios ambientes.
¿Por qué tener amor propio es difícil? Porque culturalmente se nos ha enseñado y se nos ha quedado arraigado en el alma, el corazón y hasta en la piel, la nefasta idea de que las mujeres por el hecho de “regalar vida”, estamos obligadas de por vida a entregar nuestra propia vida a los demás; suena incoherente, pero es real.
Se nos ha enseñado que la mujer debe darlo todo por los demás, incluso renunciando a sí misma; que una “verdadera mujer” deja de lado sus deseos y propósitos por los deseos y propósitos de otros (padres, pareja, hijos, amigos, etc.).
Se nos ha “metido en la cabeza” que primero están los otros y luego nosotras; cuando en realidad, primero debemos ser nosotras para dar lo mejor de nosotras a los demás…eso si es coherente.
Nos han convencido de que debemos tener para ser: debemos tener esposo, hijos, casa y carro para ser consideradas “mujeres plenas, completas y felices”, nada más absurdo que eso.
Hemos dado todo y más por los otros, dejándonos a nosotras de últimas en todo y permitiendo todo tipo de situaciones (infidelidad, maltrato físico, emocional o psicológico, acoso, etc.) para que esos otros estén felices, aunque nosotras en el fondo, estemos viviendo una vida de falsa felicidad o de total y reconocida infelicidad.
Nos han enseñado a amar a los otros por encima de nosotras mismas y por eso el amor propio es un concepto de difícil aceptación y vivencia para las mujeres.
¿Por qué también es difícil entender y aplicar la sororidad? Pues si lo analizamos, es por lo mismo expuesto anteriormente, por la discriminación sexual y los comportamientos machistas de la sociedad.
Porque además de enseñarnos que debemos dar todo por todos, antes que por nosotras mismas; también nos han enseñado que la vida es una competencia entre mujeres y que, para tener un lugar en esta sociedad, debemos ser perfectas; esa perfección está medida en tallas, en dinero, en estudios, en posesiones, en logros e incluso, en formas de vivir.
Cualquier mujer que, por una u otra razón, no encaje en esas medidas no puede ser considerada perfecta ni una “verdadera mujer”; toda mujer debe cumplir el estándar o el estándar la hará invisible para la sociedad. Y como la naturaleza del ser humano jamás será ser invisible para los demás, las mujeres deben competir con las otras para notarse, para visualizarse, para no ser invisibles a los ojos de los otros, para lograr ser y tener.
Por eso hay que competir, guerrear, luchar, demostrar que eres mejor, que eres la primera en todo, que haces las cosas mejor, que eres y tienes más que las demás.
No nos enseñaron a acompañar, a apoyar, a motivar, a incentivar, a colaborar entre nosotras y eso es precisamente lo que debimos aprender desde chiquitas; debimos aprender que juntas somos más y logramos más cosas.
¿Por qué siempre se ha tratado de generar competencia entre las mujeres? Porque en la sociedad siempre ha sido claro que las mujeres somos fuertes y logramos muchas cosas solas, pero también ha sido claro que varias mujeres juntas y en pro de algo común, somos invencibles…por eso es mejor dividirlas y vencerlas, que darles poder de actuar, pensar y decidir.
Los hombres siempre han tenido claro nuestro potencial como mujeres; somos las mujeres las que hemos dudado de nuestro potencial y lo hemos entregado al hombre. Tal vez porque es más cómodo, porque es mejor no generar discordias o porque simplemente aceptamos que “así es la vida”.
Lo triste es que, durante muchas generaciones, incluyendo la mía, nosotras mismas hemos aceptado esas creencias, hemos vivido cumpliéndolas, aunque no las compartiéramos del todo y lo peor, es que las hemos replicado en nuestras hijas e hijos.
Ahora que lo entiendo y trato de ponerlo en práctica a nivel personal, me pregunto ¿cuántas cosas cambarían en nuestra vida, en la sociedad e incluso, en el mundo, si las mujeres aplicáramos estos dos conceptos diariamente?
Todo sería tan diferente si tan solo cada una de nosotras decidiera que a partir de ahora no va a ver a la otra como rival; no va a lastimar a otra mujer por el simple hecho de serlo; no va a competir con la de al lado por una falsa aceptación; no va a aceptar ser lastimada por mantener a su lado a un hombre o a una pareja y no va a vivir su vida tratando de llenar las expectativas de una sociedad que la quiere estandarizada y moldeada a su falso estilo.
Estoy segura de que el mundo temblaría ante el poder de miles de mujeres llenas de amor propio y que viven en permanente sororidad…no habría límite alguno que nos encasillara o coartara, no lo habría.
ÚRSULA (DIANA URZOLA DUARTE)
1 comentario en “Amor Propio y Sororidad”
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